Mikhail Tal, el “mago de Riga”, fue probablemente el más popular Campeón Mundial de Ajedrez, aunque siempre tuvo la reputación de realizar sacrificios brillantes pero defectuosos, que triunfaban solo porque sus oponentes no sabían lidiar con ellos. En una nueva entrevista, sin embargo, Vladimir Tukmakov explica que las computadoras han “rehabilitado” a Tal, al demostrar que sus combinaciones solían ser correctas. Él lamenta, al mismo tiempo, que las retransmisiones en directo con análisis de computadoras han reducido nuestro respeto hacia los jugadores y han eliminado el elemento artístico en el ajedrez.
Vladimir Tukmakov, de 69 años, nació en Odesa, Ucrania, y tuvo una larga y exitosa carrera como gran maestro, terminando en segundo lugar en el Campeonato Soviético de 1970 (ganó Korchnoi), en 1972 (ganó Tal) y en 1983 (ganó Karpov). Cuando culminó su carrera a mediados de sus 50, comenzó a trabajar como entrenador, y se hizo cargo de Ucrania, Azerbaiyán, SOCAR y Holanda, donde también se convirtió en el entrenador personal de Anish Giri.
También es un escritor premiado, y su entrevista con Mikhail Mayatsky para el sitio Colta.ru comenzó con una mención al nuevo libro de Tukmakov, “El riesgo y los engaños en el ajedrez”. La sección en la que nos enfocamos, sin embargo, es la que trata de las computadoras y su influencia en el juego:
Mikhail Mayatsky: La gente habla del carácter, el temperamento o el estilo (“estilo agresivo”) de un ajedrecista, ¿pero qué me dice del talento y la memoria? ¿La computadora se ha deshecho de estas?
Vladimir Tukmakov: En mi libro uso la expresión: “Dios creó a la gente con fortalezas y debilidades, pero Samuel Colt nos igualó a todos”. Es lo mismo con las computadoras. En general, tratan (si se puede aplicar una palabra tan humana) de juntarlos a todos, viéndolos igual de cerca – o lejos – del ideal, es decir, de ellas mismas. Pero dado que la gente difiere de las computadoras tanto en sus defectos como en sus virtudes, un jugador preserva su individualidad, aunque en un grado menor al que existía antes de las computadoras. Ya no podemos evitar escuchar a ese “entrenador”, que rápidamente y sin equivocarse evalúa todas las jugadas. La definición de talento se ha diluido, pero los grandes talentos (o “genios”, si se quiere usar ese concepto dudoso) siguen destacando en esta nueva situación.
Mencionó las ventajas de los humanos sobre las máquinas. ¡Nombre una!
Intuición.
¿Pero no es acaso la intuición la habilidad de “brillantemente” adivinar una jugada que la máquina conoce de cualquier manera?
La máquina no sabe. Te puede ayudar cuando eliges entre una mala jugada y una jugada ganadora, pero cuando la opción se da entre cinco continuaciones más o menos iguales, le cuesta y le toma tiempo. Un ajedrecista talentoso, por su parte, simplemente levantará una pieza y la moverá. Y, la mayor parte del tiempo, tomará la decisión correcta. Y claro, un jugador talentoso no solo hace una jugada fuerte, sino muchas.
¿Y existen grandes jugadores, o jugadores a los cuales se les enseñó a ser grandes, a quienes la computadora destronó, mostrándoles lo que habían hecho mal?
Por supuesto. Pero un ejemplo más impresionante se da por el opuesto. Incluso personas que no tienen nada que ver con el ajedrez conocen el nombre Mikhail Tal. Su reputación es muy conocida: estaba dispuesto a tomar riesgos y a especular, jugando “ajedrez incorrecto” y ganando de cualquier manera.
Sí, ¿y qué demostró el análisis?
El análisis – al menos el mío – demostró que la mayoría de sus combinaciones eran correctas (es decir, garantizaban al menos el empate), incluso aquellas combinaciones que parecían especulativas a sus contemporáneos, analistas y camaradas. Esa fue toda una revelación para mí. Podemos decir que el tiempo, materializado en la computadora, refutó la imagen establecida de Tal y su estilo de juego. Y, en general, no solo lo destronó, sino que también explicó lo que estaba detrás de su fuerza.
Hasta donde entiendo, si antes se conocía al ajedrez como juego y al ajedrez como ciencia – y esas eran dos cosas distintas pero relacionadas -, la computadora rompió más con el aspecto científico.
Ese no es el caso. Según el viejo cliché, el ajedrez es una trinidad: deporte, arte y ciencia. Deporte – el enfoque está en el resultado y en jugar para ganar. Ciencia – la preparación para los torneos y el crecimiento personal se basan en la literatura que podría indicar el siguiente objetivo en el desarrollo. Y finalmente el arte, la creatividad – se crea algo y el público lo disfruta o se sorprende por tu trabajo; y ese encuentro entre el creador y el público crea una chispa a la que llamamos arte.
¿Entonces los cambios no se limitaron al elemento científico?
La ciencia, está claro, creció en un grado colosal en la era de la computación, pero no cambió el elemento objetivo del juego. En el deporte es cierto que poco ha cambiado: este elemento siempre existirá. El arte, en cambio, casi ha desparecido.
¿Por qué?
Ahora todos los torneos tienen retransmisiones en directo. Por lo que las salas de juego llenas de gente, el silencio ahogado y los susurros como “¡Oh! ¡Tal ha sacrificado su caballo!” son cosas del pasado. La audiencia por internet es incomparablemente más amplia que el número de personas presente en los torneos, por lo que las salas de juego vacías no son un mal mayor. El principal problema es que todas las jugadas vienen rápidamente acompañadas de una evaluación de la máquina, por lo que la magia de la creatividad casi ha desaparecido. Un tipo se sienta, sin casi entender nada, y puede distinguir fácilmente entre +2 y -2. Mientras el famoso gran maestro piensa…
…y el público ya sabe cuál es la mejor jugada.
Y, por supuesto, el programa analiza una masa de partidas al mismo tiempo, por lo que lo hace de forma algo superficial. Debido a la falta de profundidad, a veces se equivoca. Y luego, digamos, un seguidor ve que, con su jugada, las blancas después de pensar 20 minutos cambian su situación de +1 a -0.2. ¿Qué piensa ahora el espectador de un jugador tan incompetente? Sin embargo, su oponente tampoco es tan bueno: después de su movimiento, la situación de las negras queda en -1.5, y así sucesivamente. Todo el aura desparece, y con él, todo el respeto y admiración del pasado.
Pero mencionemos que el elemento deportivo también, en el pasado, incluía el hecho de que los ajedrecistas cometían errores…
Sí, pero no con tanta frecuencia y no se percibía con tanta rapidez. Un error parecía un giro del destino que añadía drama al espectáculo como arte. El público percibía que estos ocurrían con poca frecuencia, particularmente en partidas del más alto nivel. Y ahora resulta que suceden todo el tiempo.
¿Entonces el problema tiene más bien que ver con la frecuencia? Antes, cuando las partidas eran comentadas, podíamos encontrar un signo de interrogación de vez en cuando: después de este error fatal, todo se fue en picada. La idea de que un jugador podía errar existía, pero el análisis post-torneo o la teoría del ajedrez parecían ser una autoridad indisputable. Con la llegada de las computadoras, sin embargo, ¿la infalibilidad de la teoría ha colapsado también?
Sin duda. El mismo Tal, durante décadas, tuvo la reputación de ser único pero equívoco, hasta que la computadora lo rehabilitó. Suele suceder al revés, sin embargo – de un “más” a un “menos”. Ya lo expresé yo mismo: al preparar mi primer libro, autobiográfico, seleccioné partidas que me parecían las mejores. Ya las había investigado antes, eligiéndolas para hacer comentarios en diferentes publicaciones. Pero el análisis – ahora con computadoras – me dio pequeñas y grandes desilusiones. Descubrí que me había equivocado muchas veces, no solo durante las partidas sino también en los análisis después de los torneos, cuando no había logrado enfatizar del todo los aspectos correctos.
Vladimir Tukmakov, de 69 años, nació en Odesa, Ucrania, y tuvo una larga y exitosa carrera como gran maestro, terminando en segundo lugar en el Campeonato Soviético de 1970 (ganó Korchnoi), en 1972 (ganó Tal) y en 1983 (ganó Karpov). Cuando culminó su carrera a mediados de sus 50, comenzó a trabajar como entrenador, y se hizo cargo de Ucrania, Azerbaiyán, SOCAR y Holanda, donde también se convirtió en el entrenador personal de Anish Giri.
También es un escritor premiado, y su entrevista con Mikhail Mayatsky para el sitio Colta.ru comenzó con una mención al nuevo libro de Tukmakov, “El riesgo y los engaños en el ajedrez”. La sección en la que nos enfocamos, sin embargo, es la que trata de las computadoras y su influencia en el juego:
Mikhail Mayatsky: La gente habla del carácter, el temperamento o el estilo (“estilo agresivo”) de un ajedrecista, ¿pero qué me dice del talento y la memoria? ¿La computadora se ha deshecho de estas?
Vladimir Tukmakov: En mi libro uso la expresión: “Dios creó a la gente con fortalezas y debilidades, pero Samuel Colt nos igualó a todos”. Es lo mismo con las computadoras. En general, tratan (si se puede aplicar una palabra tan humana) de juntarlos a todos, viéndolos igual de cerca – o lejos – del ideal, es decir, de ellas mismas. Pero dado que la gente difiere de las computadoras tanto en sus defectos como en sus virtudes, un jugador preserva su individualidad, aunque en un grado menor al que existía antes de las computadoras. Ya no podemos evitar escuchar a ese “entrenador”, que rápidamente y sin equivocarse evalúa todas las jugadas. La definición de talento se ha diluido, pero los grandes talentos (o “genios”, si se quiere usar ese concepto dudoso) siguen destacando en esta nueva situación.
Mencionó las ventajas de los humanos sobre las máquinas. ¡Nombre una!
Intuición.
¿Pero no es acaso la intuición la habilidad de “brillantemente” adivinar una jugada que la máquina conoce de cualquier manera?
La máquina no sabe. Te puede ayudar cuando eliges entre una mala jugada y una jugada ganadora, pero cuando la opción se da entre cinco continuaciones más o menos iguales, le cuesta y le toma tiempo. Un ajedrecista talentoso, por su parte, simplemente levantará una pieza y la moverá. Y, la mayor parte del tiempo, tomará la decisión correcta. Y claro, un jugador talentoso no solo hace una jugada fuerte, sino muchas.
¿Y existen grandes jugadores, o jugadores a los cuales se les enseñó a ser grandes, a quienes la computadora destronó, mostrándoles lo que habían hecho mal?
Por supuesto. Pero un ejemplo más impresionante se da por el opuesto. Incluso personas que no tienen nada que ver con el ajedrez conocen el nombre Mikhail Tal. Su reputación es muy conocida: estaba dispuesto a tomar riesgos y a especular, jugando “ajedrez incorrecto” y ganando de cualquier manera.
Sí, ¿y qué demostró el análisis?
El análisis – al menos el mío – demostró que la mayoría de sus combinaciones eran correctas (es decir, garantizaban al menos el empate), incluso aquellas combinaciones que parecían especulativas a sus contemporáneos, analistas y camaradas. Esa fue toda una revelación para mí. Podemos decir que el tiempo, materializado en la computadora, refutó la imagen establecida de Tal y su estilo de juego. Y, en general, no solo lo destronó, sino que también explicó lo que estaba detrás de su fuerza.
Hasta donde entiendo, si antes se conocía al ajedrez como juego y al ajedrez como ciencia – y esas eran dos cosas distintas pero relacionadas -, la computadora rompió más con el aspecto científico.
Ese no es el caso. Según el viejo cliché, el ajedrez es una trinidad: deporte, arte y ciencia. Deporte – el enfoque está en el resultado y en jugar para ganar. Ciencia – la preparación para los torneos y el crecimiento personal se basan en la literatura que podría indicar el siguiente objetivo en el desarrollo. Y finalmente el arte, la creatividad – se crea algo y el público lo disfruta o se sorprende por tu trabajo; y ese encuentro entre el creador y el público crea una chispa a la que llamamos arte.
¿Entonces los cambios no se limitaron al elemento científico?
La ciencia, está claro, creció en un grado colosal en la era de la computación, pero no cambió el elemento objetivo del juego. En el deporte es cierto que poco ha cambiado: este elemento siempre existirá. El arte, en cambio, casi ha desparecido.
¿Por qué?
Ahora todos los torneos tienen retransmisiones en directo. Por lo que las salas de juego llenas de gente, el silencio ahogado y los susurros como “¡Oh! ¡Tal ha sacrificado su caballo!” son cosas del pasado. La audiencia por internet es incomparablemente más amplia que el número de personas presente en los torneos, por lo que las salas de juego vacías no son un mal mayor. El principal problema es que todas las jugadas vienen rápidamente acompañadas de una evaluación de la máquina, por lo que la magia de la creatividad casi ha desaparecido. Un tipo se sienta, sin casi entender nada, y puede distinguir fácilmente entre +2 y -2. Mientras el famoso gran maestro piensa…
…y el público ya sabe cuál es la mejor jugada.
Y, por supuesto, el programa analiza una masa de partidas al mismo tiempo, por lo que lo hace de forma algo superficial. Debido a la falta de profundidad, a veces se equivoca. Y luego, digamos, un seguidor ve que, con su jugada, las blancas después de pensar 20 minutos cambian su situación de +1 a -0.2. ¿Qué piensa ahora el espectador de un jugador tan incompetente? Sin embargo, su oponente tampoco es tan bueno: después de su movimiento, la situación de las negras queda en -1.5, y así sucesivamente. Todo el aura desparece, y con él, todo el respeto y admiración del pasado.
Pero mencionemos que el elemento deportivo también, en el pasado, incluía el hecho de que los ajedrecistas cometían errores…
Sí, pero no con tanta frecuencia y no se percibía con tanta rapidez. Un error parecía un giro del destino que añadía drama al espectáculo como arte. El público percibía que estos ocurrían con poca frecuencia, particularmente en partidas del más alto nivel. Y ahora resulta que suceden todo el tiempo.
¿Entonces el problema tiene más bien que ver con la frecuencia? Antes, cuando las partidas eran comentadas, podíamos encontrar un signo de interrogación de vez en cuando: después de este error fatal, todo se fue en picada. La idea de que un jugador podía errar existía, pero el análisis post-torneo o la teoría del ajedrez parecían ser una autoridad indisputable. Con la llegada de las computadoras, sin embargo, ¿la infalibilidad de la teoría ha colapsado también?
Sin duda. El mismo Tal, durante décadas, tuvo la reputación de ser único pero equívoco, hasta que la computadora lo rehabilitó. Suele suceder al revés, sin embargo – de un “más” a un “menos”. Ya lo expresé yo mismo: al preparar mi primer libro, autobiográfico, seleccioné partidas que me parecían las mejores. Ya las había investigado antes, eligiéndolas para hacer comentarios en diferentes publicaciones. Pero el análisis – ahora con computadoras – me dio pequeñas y grandes desilusiones. Descubrí que me había equivocado muchas veces, no solo durante las partidas sino también en los análisis después de los torneos, cuando no había logrado enfatizar del todo los aspectos correctos.
Fuente: Chess24