La moderna teorĂa de juegos suele utilizar estos para establecer comparaciones explicativas de algunos autores. Nosotros vamos a proceder siguiendo su estela, a desarrollar una explicaciĂłn del sistema spinozista a partir del juego del ajedrez.
Spinoza define la sustancia como aquello que no necesita de otro para existir. La Sustancia lo es todo, es la Realidad en su Totalidad, la Naturaleza, Dios. En nuestro ejemplo equivaldrĂa al Ajedrez.
Esta Sustancia se expresa a través de infinitos atributos, de los cuales los humanos solo conocemos dos: extensión y pensamiento. Los atributos son manifestaciones de las sustancias, no son cualidades o adjetivos de la misma, sino que son sus expresiones, son sustantivos. Son la sustancia, esta sin los atributos no es nada, la sustancia se expresa, es algo, en los atributos, no hay mediación posible, es la misma sustancia expresada por eso existen infinitos atributos, infinitas expresiones de la sustancia, infinitas manifestaciones de la misma, de las cuales nosotros solo conocemos dos, la extensión y el pensamiento.
Nosotros somos modos, formas de darse la sustancia, los modos propiedades accidentales de la sustancia como posiciĂłn, figura, movimiento, reposo, ideas… pueden ser infinitas o finitas, el modo ser humano es un modo finito.
Las propiedades esenciales de la Sustancia son los atributos: en los cuerpos es esencial la extensiĂłn; las propiedades accidentales son los modos, la posiciĂłn, la figura, el movimiento. En el alma, la mente, “mens” para Spinoza es esencial el pensamiento, las ideas y accidental el querer, juzgar, amar, odiar, etc., los afectos del modo cuerpo/mente, que son los modos. El cuerpo no es mĂĄs que una relaciĂłn de estados fĂsicos, de movimiento y reposo y el alma o “mens” es la idea que tenemos del cuerpo.
Y todo, atributos y modos son inherentes a la Sustancia, son sus propiedades, sus manifestaciones, fuera de la cual no hay nada, no existe nada. SĂłlo la Sustancia es sujeto, es unidad, lo otro son partes de ella, sĂłlo ella subsiste “por se”, por sĂ misma y es causa de sĂ misma, “causa sui”, y no necesita de otro para existir. Su esencia es su existencia. Por eso la Ășnica sustancia es Dios/la Naturaleza (“Deus sive Natura”).
En nuestro ejemplo, el Ajedrez en su totalidad serĂa la Sustancia, lo Ășnico que existe, las reglas serĂan como las leyes de la naturaleza. La forma que adopta el ajedrez representarĂan a los atributos, con sus reglas del juego (atributo pensamiento) y la composiciĂłn en 64 cuadrados, los colores de los cuadros, la forma de estar colocados alternando colores…equivaldrĂa al atributo extensiĂłn.
Finalmente las figuras, las piezas serĂan los modos. El modo ser humano podrĂa ser el peĂłn, su figura fĂsica el modo extensiĂłn y sus movimientos posibles, el modo pensamiento.
En el sistema spinozista la libertad viene ligada a la necesidad, (no a la contingencia como en otros sistemas filosĂłficos). El modo humano, el “peĂłn” serĂĄ libre si es capaz de entender su necesidad inherente al propio juego del ajedrez, si es capaz de percibir su papel dentro de la Sustancia. El no puede dejar de ser lo que es, un modo, un peĂłn, la elecciĂłn de sus movimientos en lĂnea recta o en diagonal para comer, un cuadrado o dos de salida es su libertad, es percibida como su elecciĂłn, y si llega al final del tablero puede coronar y cambiarse por otra figura del tablero, dama, torre, caballo, alfil. En esto consiste su elecciĂłn, su libertad, vista desde su ser peĂłn, desde su posiciĂłn. Visto desde el marco global del juego ajedrecĂstico, su libertad es su necesidad, el no puede dejar de ser lo que es. Libertad y necesidad coinciden.
El peón no puede existir, no existe al margen del Ajedrez, ni puede modificar su ser peón. No es un imperio dentro de otro imperio. Estå sometido a las reglas del Juego y no es sujeto fuera del mismo, no existe. Ademås el juego no estå diseñado para satisfacer sus deseos de ser peón, no hay antropocentrismo, el peón no es el centro del ajedrez.
En este nivel ontolĂłgico estĂĄ el sustento, la base fĂsica del sistema sustancialista. Pero el modo humano, aun no siendo un imperio dentro de otro imperio, aĂșn coincidiendo su libertad con su necesidad, puede desplegarse, puede poner en marcha un proceso de liberaciĂłn, el cual le llevarĂĄ a comprender su papel en el todo, el lugar que ocupa dentro de la Sustancia/Naturaleza. Este proceso, este despliegue es el momento Ă©tico, es un proceso auto constitutivo del propio sujeto humano por el cual, a travĂ©s de la razĂłn, modo pensamiento finito es capaz de entender el papel del Todo Sustancial y la funciĂłn que Ă©l ocupa o puede llegar a ocupar.
Alcanzado el cual, percibirĂĄ la Realidad “sub specie aeternitatis”, desde la perspectiva de la eternidad y sentirĂĄ una alegrĂa un gozo, una felicidad por comprender su papel, aunque modesto, pero importante (el peĂłn puede ganar una partida de ajedrez), en la Totalidad, llegando asĂ el tercer nivel de conocimiento spinoziano, la ciencia intuitiva, momento puntual. Una vez liberado de todo antropocentrismo (no es centro del universo/ajedrez), liberado de todo finalismo (la Naturaleza/Ajedrez no estĂĄ constituida para satisfacer sus deseos, para que Ă©l sea el centro, y abandonando tambiĂ©n todo narcisismo moral, ya que su momento Ă©tico, su momento auto constitutivo como sujeto, su despliegue moral, desarrollando sus potencialidades es un proceso Ă©tico (y polĂtico, Ă©l solo no tiene fuerza para liberarse, debe combinarse con las demĂĄs figuras, es un juego de equipo, colectivo).
Su proceso de liberaciĂłn, de emancipaciĂłn es su despliegue Ă©tico, que ocurre a travĂ©s del conocimiento. Pero el conocimiento por sĂ solo no libera, sino que pone en marcha el proceso de liberaciĂłn, son las pasiones, el deseo, “el conatus” el que libera, el partido se juega en el campo de los deseos, los cuales nos pueden liberar si son positivos, o hundir en la miseria (nos pueden comer y eliminar de la partida) si son negativos. La clave estĂĄ en la razĂłn (segundo nivel de conocimiento, percibir las nociones comunes, lo que nos une al Todo), la Ășnica capaz de convertir un afecto, una afecciĂłn el algo positivo si es entendido, comprendido.
El barco de la moral que navega en el mar procelosos de la vida solo no encallarĂĄ si tiene a la razĂłn de gran timonel, pero el viento son los deseos, las pasiones, los afectos, sin viento no hay navegaciĂłn, con mal viento puedes encallar, a la razĂłn le compete saber navegar y utilizar las venturosas pasiones para llegar a buen puerto, para navegar con buena mar.
En esa elecciĂłn de vientos, velas, direcciones, derrotas, se juega el proceso Ă©tico de liberaciĂłn, en esa elecciĂłn racional, esta la libertad/necesidad, percibida como una autonomĂa moral. Libertad y autonomĂa son las dos caras de la misma moneda.
Dejar a los deseos, a las pasiones a su aire, dejarse llevar por los afectos es poner el barco de la vida en manos de la fortuna. Es dejarse llevar por la imaginaciĂłn y la “fluctuatio animi” (primer nivel de conocimiento), es no poner en marcha el momento Ă©tico, polĂtico, colectivo, de liberaciĂłn de autoconstituciĂłn, de autonomĂa moral.
Por eso la Ă©tica spinozista tiene una base fĂsica/ontolĂłgica, solo su despliegue racional fundamenta su etnicidad, de ahĂ que sea una Ă©tica de la libertad, de la autonomĂa, una Ă©tica del desarrollo de la potencia inmanente del ser humano, de ahĂ que sea una Ă©tica de poderes y no de deberes, porque en el fondo todo deber es percibido como heterĂłnomo (incluso Kant tuvo que desdibujar el concepto del deber para convertirlo en un transcendental autĂłnomo, inmanente, un deber que uno se da asĂ mismo. Fue una especie de redefiniciĂłn del concepto del “deber”, una dislocaciĂłn genĂ©tica desde dentro del propio concepto, al estilo spinoziano, de la tĂ©cnica del “sive”. Llegando a cambiar la definiciĂłn del propio concepto, un concepto con una larga tradiciĂłn histĂłrica de heteronomĂa a sus espaldas).