Por Mauricio Castro
Lo extraño sería hacer siempre lo mismo y llegar a resultados distintos. En este sentido, mi reflexionar se retrotrae a la larga lista de Presidentes de la Federación Costarricense de Ajedrez que más o menos he visto en funciones, citaré de memoria: Mario Valverde, Teodoro Minero, Carlos Araya, Agustín Solano, Alexis Murillo, Ernesto Alvarado, Adrián Rodríguez, Mauricio Castro, Carlos Granados, William Charpentier, Germán Amador, Carlos Minero, Rafael Mora, Diego Redondo, y actualmente Luis Padilla.
Todos ellos excelentes personas, amantes del ajedrez, y desinteresados en su función presidencial, pero, con todo respeto, nada ha cambiado. Lo único es que el aporte estatal creció muchísimo en los últimos tiempos, pero, con perdón de los interesados, esta fue una medida unilateral del Gobierno y no tuvo nada que ver con gestiones propias.
El patrocinio privado comercial han sido gotas de rocío en el desierto. Y quiero detenerme un poco en este concepto. Entiendo por patrocinio privado comercial aquel que se da como contraprestación por la exposición de marca por los medios de comunicación colectiva y ante la afición.
Ejemplos. El ciclismo lo logra con el nombre de los equipos, los uniformes llenos de marcas, los carros, los ciclistas cuando los entrevistan siempre, primero, agradecen al patrocinado “x”.
El fútbol es claro en sus uniformes y demás implementos deportivos. Es decir, no basta con cobertura de prensa, sino que aparezca la marca.
Por tanto, si yo consigo, por amistad con el dueño de la Empresa “A”, un patrocinio, si no se da la exposición de marca deseada, será un patrocinio pero no comercial.
Un raro ejemplo de que sí, es el caso del Hotel Costa Rica, pues siempre que la prensa cubra el torneo deberá indicar dónde se juega, y no van a eludir diciendo que un hotel capitalino ubicado en la Plaza de la Cultura diagonal al Teatro Nacional.
Este patrocinio privado comercial, nos permite darle buenas condiciones a los jugadores, pero no premios, una de sus primeras exigencias.
Por tanto, debemos preguntarnos si el ajedrez es comercialmente atractivo en este momento. Quienes nos hemos dado a la tarea de buscar estos aportes económicos en algún momento, topamos con la dura realidad de que no, pues aunque a veces se puedan tener éxitos parciales, esto no es una constante.
Habrá quienes escojan el camino fácil de decir que no se obtiene porque no se intenta, pero esto no es así, como pueden atestiguar muchos directivos que sí lo han tratado, porque además, no se puede obviar que los dirigentes trabajan ad-honores y no pueden gastar todo su tiempo en esto.
Entonces, debemos preguntarnos si hay algo que podamos hacer en el ajedrez para volverlo rentable comercialmente, o dedicarnos a jugar por la ilusión y la pasión, algo que para los jugadores de alto rendimiento, en mucho, es una etapa superada, al menos mentalmente.
En este contexto, la primera tarea es tener sintonía con los medios y, por ellos, con los aficionados no especialistas, el gran público.
Así, mi propuesta para el campeonato nacional 2011 intenta copiar patrones y lenguajes afines a otros deportes, para simplificar la tarea de asimilación. Casi todos entienden una final con una etapa preliminar con x cantidad de clasificados, unos sembrados y a partir de ahí matches por 16avos. y 8avos. y luego una [cuadrangular] final [a doble vuelta].
También es cierto que se entendería fácilmente una Final Todos contra todos a trece rondas, pero esto conlleva al problema, desde mi óptica, de la cantidad de mesas.
Para un periodista no especialista ni aficionado al ajedrez, ser convocado a una Final Nacional de Ajedrez y encontrarse siete mesas en disputa, nada más, no puede dar otra impresión de que este deporte es practicado por cuatro gatos, por más que nos esforcemos en explicarle que en las eliminatorias participaron no sé cuántos jugadores de primera división.
Este mundo actual es de símbolos, y estos entran por la retina. Siete mesas, en lenguaje simbólico, son cuatro gatos. Igual opera para un eventual patrocinador, al que se le pida millón y medio de colones o más y vea que es para siete parejas. Esto solo podría ser contrarrestado por una altísima exposición de marca, y nos vuelve al problema de origen.
Por eso mi propuesta, es arrancar con 64 jugadores, 32 parejas, un salón grandecito lleno de ajedrecistas jugando (además 64 es muy simbólico del ajedrez).
Este número, además, permite ser muy inclusivos y tener a los mejores y a representaciones de todas las categorías.
El tener a jugadores de segundas, terceras, infantiles, juveniles, femeninos, no puede dañar a nadie, y sí favorecer en mucho a estos grupos, a la ilusión de muchos, y por esta vía, a un mejoramiento de la calidad en estas divisiones.
La objeción de que un campeón infantil se puede traumar por perder una partida no me parece de peso, pues se trata de un campeón, es decir alguien que ha perdido muchas partidas a lo largo de varios años, y que ya anda por los catorce años, edad en que ahora se forman grandes maestros.
En un sentido filosófico, incorporar todas las categorías brinda una mayor pertinencia de hablar de un campeón nacional absoluto, de manera más directa, pues efectivamente, salió vencedor de una competencia donde estaban todos representados, y no solo los de primera división.
Decir que se está regalando el lugar a alguien, creo que está fuera de lugar, pues todos son campeones o cercanos a este puesto en su respectiva categoría. Recordemos, a manera de ejemplo, que el campeón de terceras debe primero quedar entre los mejores de las eliminatorias y luego entre los mejores de la final de su división, por lo que no se le está regalando nada. Lo obtuvo frente al tablero, y si quiere avanzar en la final nacional, debe imponerse sobre el tablero.
Tampoco sembrar al Campeón Juvenil o a la Campeona Femenina es un regalo. Es una oportunidad, un realce a su categoría, una promoción, que deberá defender sobre el tablero. A modo de ejemplo, debo recordar que el actual Campeón Absoluto fue invitado a la Final Nacional, por méritos propios (como lo sería ser campeón juvenil), es decir, se le dio la oportunidad. ¿Se le regaló algo? No. Se abrió una puerta, y la aprovechó.
Aquí no cabe hablar de un apresuramiento del relevo generacional forzado, pues es sobre el tablero que se dirimirán las posiciones. Si el juvenil no está en capacidad de vencer al maestro, pues no avanzará.
He oído de otro concepto más bien extraño: el morbo. En este caso sería “atracción por acontecimientos desagradables”. Que un maestro pierda un match a dos partidas contra un aficionado, no es malsano, es una expectación deportiva razonable. Es emocionante. Pues la lucha fue justa y pareja, y ciertamente el maestro está llamado a imponer su clase.
El campeonato no se decidirá en matches, sino en una cuadrangular final ¡a doble vuelta!
Volviendo al tema central. Para un periodista y por extensión para el gran público, va a ser muy llamativo ver a un infantil de 14 o menos años jugando, será un motivo de curiosidad y una probable cobertura especial.
El ver una o varias mujeres, les permitirá descubrir que las mujeres juegan y bien. Que es casi el único deporte en que pueden darse de guantazos en igualdad de condiciones.
Por último, llegados a la etapa de 8avos., se abre el telón del Campeonato Nacional Abierto, para que los aficionados puedan jugar y seguir de cerca las partidas más emocionantes del final, y que la sala de juego siga conservando una cantidad respetable de jugadores participando.
Hay finalmente una crítica que debo aclarar. La FCA presupuestó para este año varios millones para la atención de las Ligas Menores y la detección y promoción de jóvenes valores, además de fondos específicos para el alto rendimiento. En este contexto, habrá campo para la colaboración remunerada de los Maestros y de monitores de ajedrez, a lo largo y ancho del país, aparte de que no se puede ignorar que el programa de Juegos Nacionales del ICODER ya le da empleo parcial a varios Maestros.
Con la propuesta de marras, se aplica literalmente la ley del embudo, en la fase inicial se promueve y amplía la base de participantes, que se va achicando hacia el final, merced al desempeño sobre el tablero, sin ningún otro factor aleatorio, pues afirmar que la suerte existe sobre el tablero es negar la base científica del ajedrez. Es negarnos a nosotros mismos.
Creo que si desarrollamos esta propuesta, en el mediano plazo, se pueden, con trabajo metódico, abrir las puertas del patrocinio privado comercial, y con ello brindar las mejores condiciones a los jugadores, pues, repito, los directivos estamos ad-honores y no ganamos ni perdemos si hay premios o no en metálico.
La síntesis creo que es muy fácil. La sociedad nos ha dicho reiteradamente que debemos cambiar nosotros. Y esto se puede lograr sin alterar gravemente nuestro sistema actual, con solo unas cuantas modificaciones creativas.
La alternativa es seguir obteniendo los mismos resultados...